En la última década el término “mindfulness” se ha vuelto bastante popular en redes sociales. Sin embargo, su significado normalmente no es bien esclarecido. Se lo asocia, por ejemplo, con concentrarse en la respiración para ‘eliminar los pensamientos negativos’, o con ‘tener la mente en blanco’, o con imaginar escenarios, o con sensaciones de paz y de tranquilidad, etc. No pretendo abordar la infinidad de acepciones pseudocientíficas que circulan actualmente, sino introducir y diferenciar dos acepciones científicas del término mindfulness: la Atención Enfocada (AE) y el Monitoreo Libre (ML).
Un pequeño contexto
El término mindfulness es una traducción al inglés de la palabra pali sati de la tradición budista, el cual fue adaptado a la psicología contemporánea dentro de programas para el monitoreo de la atención en casos de dolor crónico, más específicamente como: “concentración para mantener la atención de manera constante enfatizando la observación momento a momento” (Kabat-Zinn, 1982, p34). Décadas después una interpretación del término fue usada en programas «para reducir el estrés y la depresión» (Teasdale et al., 1995). Ya para principios del siglo XXI su popularidad crecía exponencialmente, en gran medida por gurús que vieron en aquellos estudios científicos una oportunidad de ofrecer programas de entrenamiento, algunas veces apegándose a la evidencia y otras veces distorsionando aquel término que aún no se comprendía muy bien.
¿En qué podemos creer?
Los conceptos Atención Enfocada (AE) y Monitoreo Libre (ML) como los plantea Maero (2017) parecen delimitar bastante bien los dos métodos mejor revisados sobre el mindfulness:
La Atención Enfocada (AE) es el ejercicio de fijar la mente en un objeto, como la respiración, y regresar a él cada vez que nos distraemos. La AE entrena habilidades valiosas: fortalece la concentración, ayuda a identificar distracciones y cultivar la disciplina.
El Monitoreo Libre (ML), en cambio, no busca controlar ni dirigir, sino que más bien radica en observar la experiencia de pensamientos y sensaciones, sin juzgarla y sin intentar cambiarla, y nada más.
Se trata, pues, de dos conductas diferentes con un potencial terapéutico bastante comprobado, pero hay que hacer una advertencia, especialmente con AE...
Hay que cogerlo con pinzas
Algo que han enseñado las terapias de última generación como ACT (Terapia de aceptación y compromiso), DBT (Terapia dialéctico conductual), PBBT (Terapia conductual basada en procesos), etc, y que se enlaza con la adecuada aplicación de la AE y del ML, estriba en la aceptación radical o, dicho de otro modo, en el abandono de la evitación.
Esto no se suele aclarar y por lo tanto es bastante común que la AE mal entendida se convierta en otra herramienta de evitación. Puesto que si enfocamos nuestra atención por ejemplo en un objeto, como la respiración, pero con el fin de ‘eliminar pensamientos negativos’ o ‘poner la mente en blanco’, estamos reforzando la idea errónea de que ciertas experiencias deben ser eliminadas. Una correcta aplicación de ambos métodos depende de abandonar el intento de controlar la experiencia de tu mente haciendo pensamientos y sensaciones.
Pero, ¿por qué abandonar la evitación?
Dado que, como ha enseñado el análisis de la conducta, la función de un estímulo en un organismo no depende de su topología, es decir, sus propiedades físicas, sino de la historia relacional del organismo, podemos decir que el ‘significado’ de los pensamientos o de las sensaciones que tenemos es el resultado de asociaciones aprendidas. Los pensamientos y las sensaciones no son malos ni buenos en sí mismos. De hecho, intentar controlarlos constituye una tarea contraproducente.
Cuando se intentan controlar los pensamientos y las sensaciones, se produce una especie de efecto rebote a largo plazo. Supongamos el siguiente ejemplo:
Un joven acaba de romper con su pareja y como es natural aparecen algunos pensamientos: “ella nunca me quiso”, “jamás nadie me va a amar”, y algunas sensaciones: una tensión en la espalda, el corazón acelerado, etc. El joven aprendió desde muy chico que esos pensamientos y esas sensaciones eran algo malo que debía ser eliminado. Entonces llama a un amigo y se van a tomar cerveza ‘para relajarse’. A corto plazo parece que en efecto esto se logra, sin embargo si esto se repite constantemente, se refuerza tanto la aparición constante de esos pensamientos y esas sensaciones con mayor intensidad, como la ejecución de la conducta evitativa frente a esos y otros estímulos similares. Lo cual suele resultar muchas veces en que el joven comience a alejarse de aspectos que son importantes en su vida, por encontrarse en una lucha constante por evitar ese tipo de estímulos, al mismo tiempo que continúan apareciendo cada vez más frecuentes.
La manera de prevenir lo anterior es precisamente la esencia del mindfulness científico. La cual radica en no intentar cambiar ni controlar la experiencia interna, sino desarrollar una relación consciente con ella mediante la aceptación radical. Se trata de observar sin juzgar ni resistirse, permitiendo que los fenómenos mentales surjan y desaparezcan naturalmente.
Conclusión: ¿Qué hay que hacer entonces?
El Monitoreo Libre (ML) captura de manera más fiel la esencia del mindfulness científico porque encarna la aceptación radical desde su descripción. En la práctica es necesario priorizar el ML. Puesto que al comenzar con prácticas de Monitoreo libre como observar pensamientos y notar sensaciones sin narrativas o simplemente sentarse a observar la ‘incomodidad’, se sientan las bases para una relación no adversarial con los contenidos de la mente. Solo desde ahí, una vez que se ha debilitado el hábito de juzgar, tiene sentido introducir la AE. Ya no como una manera de evitar estímulos que son asumidos como negativos para enfocarse en otros que son asumidos como positivos, sino como un recurso para estabilizar la atención en situaciones particulares.
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